presidenta

Estimados,

 

A principios de febrero leí un escrito que me emocionó y me llegó al corazón, porque me hizo sentir la razón sincera por la que vamos a Lourdes. En este boletín quisiera aprovechar estas líneas para compartir con vosotros una parte de este texto, escrito por nuestro Vocal de Pastoral Hospitalaria -con su permiso-, el día del enfermo, porque pocas veces, en tan pocas líneas, se expresan tantas cosas:

 

“En nuestra familia todos somos hospitalarios, peregrinos, enfermeros, .. y nuestro objetivo es la entrega siempre al otro. Cuando vamos de peregrinación al encuentro de María cada uno aporta sus aptitudes y habilidades. Hay quien viste los enfermos, quienes se las da la comida, quien los acompaña en los desplazamientos, quien les ayuda como sanitario, etc. Hacemos muchas funciones para que todo el mundo ayude a gusto y desarrolle las tareas que más le gustan.


Los primeros años te das cuenta que darse a los demás complementa la persona, te hace sentir útil. Todos volvemos contentos de haber compartido una pequeña parte de nosotros mismos, sabemos que hemos hecho un bien y estamos satisfechos. Cuando ya hace más tiempo que participes en las peregrinaciones, descubres una verdad más profunda. No es el hospitalario quien ayuda al enfermo, sino que es el enfermo quien hace crecer el hospitalario. El hospitalario ayuda en las tareas ordinarias: vestir, comer, pasear, etc. Pero es la persona enferma o discapacitada la que te enseña a sonreír cuando tienes dificultades. Te enseña la aceptación con alegría. Allí descubres el verdadero rostro de la felicidad y de la autenticidad. La vida de verdad es descubrir la grandeza de la entrega en el otro. Las limitaciones físicas quedan superadas por el amor y la alegría del corazón. Estos pequeños momentos son mucho más importantes que las cosas superficiales. Aprendemos a valorar las pequeñas cosas y los pequeños progresos como únicos. Es una escuela auténtica de aprendizaje de vida. Nada es más importante que aprender a amar, y es el enfermo o el discapacitado quien me enseña a amar. A su lado aprendemos el verdadero sentido de vivir.”


Sinceramente estos líneas me han hecho revivir lo que creo que mantiene dentro de nosotros la llama incandescente de Lourdes todo el año y por ello, desearía, con humildad, que le sirva también a vosotros para recordar y valorar, como aquí se dice, que son las mismas personas que acompañamos las que nos enseñan a respetar y amar al otro, y nos dan una profunda lección de vida en cada peregrinación o actividad que compartimos con ellos. Y que sea así por muchos años.

Marta Ventura Arasanz
Presidenta